BIERZODIARIO :: Pajaritos y Pajarracos / Victorino no tiene ni puta idea
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Pajaritos y Pajarracos / Victorino no tiene ni puta idea |
sábado, 19 de mayo de 2012 | |
Por Xan das Verdades / Lo ha dicho él, y es que Victorino está ante un dilema complicado, tiene que hacer algo pero no sabe qué. Probablemente la solución la tenga en la cita de Cortázar que ayer reproducía la portada de un diario nacional: “Nada está perdido si se tiene el valor de proclamar que todo está perdido y que hay que comenzar de nuevo”. En Alonso el valor no es necesario suponérselo porque ha dado sobradas pruebas de tenerlo a raudales. Tampoco está muy lejos de proclamar que todo está perdido, al menos su frase “muerto el perro se acabo la rabia” así lo indica”; solo le falta la determinación de que hay que comenzar de nuevo para que nada esté perdido.Victorino se forjó una leyenda fronteriza que concitaba la admiración en las cantinas al aunar esa dual percepción del benefactor y el bandido que tan buen maridaje hacen a la hora de consagrar los mitos. Su irresistible ascensión a la gloria estaba sustentada en algo que siempre impone respeto y acojone al personal de a pie como es el dinero, mucho dinero, cantidades astronómicas de dinero obtenidas del estado por una actividad ruinosa, ineficiente y ambientalmente reprobable. Y para que mantener inalterable ese orgiástico maná se inventó la disuasión perfecta por si las administraciones públicas cerraban el grifo: a la menor reticencia pongo a los mineros en la calle y que lidien con ellos.
Esa argucia envenenada ha sido un éxito tanto para él como para los escasos empresarios que sorprendentemente se han hecho multimillonarios apostando por una actividad descolgada del signo de los tiempos. Con la engañosa coartada de mantener estabilidad social y económica de los territorios mineros ha conseguido meter en cintura a las distintasadministraciones y a las organizaciones sindicales que han influido en conformar una opinión pública favorable y mediática intoxicada por la disyuntiva: o el carbón o el caos. Al socaire de esa demencial doctrina enunciada en una pancarta “Después del Carbón el Carbón” se llegó hasta aquí, donde la crisis es la que manda y el fundamentalismo carbonero ya no encuentra quien lo sostenga, Ahora, se volverá a repetir lo mismo: impagos deliberados, movilizaciones sindicales, declaraciones y gestiones altisonantes de políticos, y presiones con encierros huelgas y marchas, con el fin de que el dinero que se niega a la educación, la sanidad y a la ayuda al desempleo, sea de nuevo dedicado a mantener un sector ineficaz y subsidiado que traslada una parte considerable de las aportaciones al enriquecimiento de un empresariado ventajista y decimonónico. No obstante eso, esta vez, no tiene visos de ocurrir, parece que el montaje no tiene recorrido. Lo que es seguro, es que la opinión pública está escamada y en esta ocasión no se va a entregar a sacar las castañas del fuego de un sector que acopia fundadas sospechas de ser una inmensa cueva de Ali Babá donde una tropelía institucionalizada quiere prevalecer por encima del interés general. Victorino ha ganado poco con la exposición mediática que le da su condición de presidente de la patronal minera. Antes su medida opacidad le aportaba un plus a su comentada leyenda. Su figura se puede desmoronar de manera precipitada si persiste en mantener posiciones contumaces cuando es consciente del poco o nulo futuro que tienen. Por supuesto que puede decir aquello de que detrás de él el diluvio, pues es seguro que tiene acumulado suficiente para que sus descendientes vivan desahogadamente; pero eso sería una contradicción que no se correspondería con la coherencia vital exigida a los personajes como él. Victorino tiene la obligación moral e histórica de saber qué hacer, y lo que tiene que hacer es unir su suerte al de las cuencas mineras para tratar de no dejarlas irremediablemente patas arriba. Nadie como él para liderar un plan empresarial alternativo que alumbre y promueva actividades económicas con futuro en dichos territorios. Propiciar una liquidación lo más ordenadamente posible de la actividad extractiva a la vez que elabora una estrategia reactivadora sin los corsés, es el reto. Tiene dinero de maniobra, tiene patrimonio territorial, operativo e inmobiliario en las zonas, aún tiene el carisma necesario para concitar adhesiones al empeño, y si carece de algún talento para llevar a cabo la empresa que lo compre que hay mucho en el mercado. En ese logro debe encontrar la respuesta a su dilema y la confirmación a su condición de personaje legendario antes que la tozuda realidad lo transforme en un patético enterrador dispuesto a pirarse con el oro del cadáver sin enterrarlo debidamente |