¿Intereses ocultos detrás de la muerte de cientos de caballos en Laciana?
Una misteriosa enfermedad o intoxicación mata en una semana al menos a 13 caballos (que el grupo de permanencia de SOS Laciana haya podido registrar y documentar). Puede que sean más, porque aquellos caballos que no están registrados por las autoridades sanitarias, no son atendidos por los veterinarios de la Junta.
Misteriosa porque desde el año 1989, cuatro años después de la primera apertura de un cielo abierto en el valle (Leitaregos), e intermitentemente en los años 2003, 2009 y ahora en 2011 se han ido produciendo muertes de caballos y desde la Junta de Castilla y León se han dado en cada año diferentes causas de las muertes. Intoxicación con arsénico, rinoneumonitis, influenza, artritis, miopatía atípica y la ultima versión de las muertes, según el catedrático de la Universidad de León Francisco García Marín, es la unión de varios factores, como el estrés de los caballos (que dice este catedrático que tienen los equinos al cambiarse de prado para pastar), los cambios de temperatura bruscos (aquí todavía no ha nevado), la falta de selenio en los pastos, piensos ( estos animales no comen pienso hasta el invierno) y la ingesta de una hierba (extendida por toda Europa) llamada Eupatorium rugosum.
Hace dos años (después de la muerte de cerca de 200 caballos) la respuesta de la Junta fue mandar a unos especialistas para extraer muestras de sangre y pequeñas partes del sistema nervioso y digestivo de los animales muertos. Recogieron también, para supuestamente analizar, trozos de tapín y de tierra donde habían pastado alguno de estos animales. Los resultados, sorprendentemente y a fecha de hoy, siguen estando ocultos para los afectados.
Todo hace preveer que se va a vivir una situación tan trágica como en el 2009, y lo único que ha hecho la Junta, a raíz de la publicación de las primeras muertes en un diario de la provincia, ha sido mandar a unos veterinarios para que extrajeran, en una tarde, muestras de sangre de los cuerpos. Al día siguiente y en esa misma cuadra murieron dos caballos más. Días más tarde y a la vista de los últimos resultados, el máximo responsable de la Junta en la materia, el señor Fiorentino Reguero, no hizo otra cosa que atacar a los lógicamente preocupados ganaderos del valle, tachándolos de ineptos y de que no saben alimentar a los caballos. La indignación, mezclada con la incredibilidad ante lo que oye gente que lleva generaciones cuidando ganado vacuno y equino, no sé si se podrá imaginar.
Hemos estado viendo como los animales empiezan por dejar de comer y acaban por caer al suelo entre temblores y espasmos. Ante la pregunta de un compañero a un ganadero de porqué tenía el caballo hierba en la boca sin masticar, este le contesta que no es que no mastiquen, es que aprietan las mandíbulas en un intento de soportar el dolor. Continúa contando que braceaban tanto con las patas que a veces se les podía haber enterrado en el mismo agujero que hacían. La muerte a los más afortunados les puede llegar en unas pocas e interminables horas, pero la gran mayoría soporta varios días esta situación antes de morir. El primer ejemplar que vimos los que llegamos del campamento fue un hispano-bretón negro brillante que rondaría los mil kilos; el último que hemos visto hoy era una potra pinta, canela y blanca de menos de un año. Sobrecoge todo; la mirada perdida del veterinario de confianza del ganadero, que se ve impotente y no sabe que hacer ante la muerte de los equinos. Hoy a las seis y poco de la tarde oscurecía y lloviznaba, el clima que se creaba alrededor de la potrilla que estaba tumbada en el suelo era cortante y duro, como la gente de estas tierras, que bromea para arrancar una mueca de su compañero o familiar.
Es difícil de explicar, pero los ganaderos buscan respuestas, gente acostumbrada a luchar quiere que los veterinarios y los responsables ambientales de la Junta les digan algo. Quizás los más honestos callen y los más ineptos les insulten, pero ellos siguen buscando con la mirada a alguien que les informe realmente contra quién o qué deben luchar. Saben, y con razón, que esta región merece un estudio serio y amplio para que no se repita esta tragedia en el valle de Laciana. Y las preguntas que nos hacemos cada vez más gente son ¿por qué no se analizan las aguas y el terreno a fondo? ¿A quién se está defendiendo? ¿Quizás a la política pro-minas a cielo abierto del ayuntamiento y al empresario propietario de las mismas?